Uno de los obstáculos que podemos encontrar en nuestro camino al amor, es el de sentirnos atraídas hacia personas que tienen rasgos similares a los que tuvieron nuestros padres durante nuestro proceso de crecimiento, y que procesamos de manera limitada por nuestra corta edad.
La verdad es que nuestra “libre” elección de pareja no es realmente tan libre. Generalmente es nuestro inconsciente el que elige por nosotros, con la intención de curar las heridas de nuestra infancia, y completarnos. Y no estoy hablando necesariamente de eventos traumáticos, que pueden existir también, sino de todo lo que puede salir mal al responder a las necesidades cotidianas, comunes y corrientes de un niño. Dado que cuando pequeños, no tenemos la capacidad para comprender, sacar significados correctos y controlar lo que nos sucede, a nivel de inconsciente, cualquier cosa que sale mal, la vivimos como algo crítico para nuestra supervivencia.
Y lo que ocurre cuando buscamos pareja, es que portamos ese equipaje. Entonces, esa química que sentimos por sólo una persona cuando entramos a una sala con 200 personas, es simplemente una respuesta de resonancia con ese equipaje que portamos: sólo esa persona que resuena con la forma en la que aprendimos a dar y a recibir amor, es la que nos parece absolutamente atractiva, con la que encontramos un montón de coincidencias, y con la que comenzamos a entablar una relación.
¿Y qué ocurre con esta tendencia que tenemos a emparejarnos con personas que representan estas actitudes o rasgos de nuestros padres?
Que hasta que no lo veamos y lo trabajemos, dadas nuestras experiencias dolorosas con esos rasgos en el pasado, nos volvemos muy sensibles y muy reactivos a cualquier comportamiento que, de alguna u otra forma nos recuerde esas experiencias, y utilizamos las mismas estrategias y comportamientos infantiles para abordarlas…con lo cual terminamos repitiendo el ciclo, sintiéndonos igual de frustrados y alejando el amor.
Y, por otra parte, cuando nuestra pareja nos falla, como nos fallaron nuestros padres, y si nuestras reacciones infantiles no producen efecto, al no tener otro modelo para responder a la vida, excepto el que nos dieron nuestros padres, trataremos a nuestras parejas tal y como nuestros padres nos trataron a nosotros. Vale decir, el modelo aprendido opera en ambas direcciones.
Por ejemplo, si te sentiste abandonada por tus padres o cuidadores, es probable que te vuelvas muy sensible a cualquier comportamiento de tu pareja que te recuerde ese abandono, como cuando se retrasa y no te avisa, o como cuando lo llamas por teléfono y no te devuelve el llamado de inmediato. Los comportamientos sobre-reactivos que tenderás a desarrollar serán: quejarte, perseguir, exigir, acusar, devaluar o irte hacia adentro, abandonando tú emocionalmente al otro, y generando que tus parejas terminen a la larga abandonándote emocionalmente y/o físicamente.
O si sentiste que tus padres te reprendieron y criticaron por cometer errores cuando eras pequeño(a), como al derramar la comida o no sacarte buenas notas, con lo cual te sentiste culpable, lloraste, o te evadiste, y comenzaste a pensar reiteradamente “soy incapaz de hacer las cosas bien”, tenderás a reaccionar del mismo modo si a tu pareja le parece mal que dejes la ropa tirada en el suelo o no ganes mucho dinero. Y además actuarás igual que tus padres, cuando tu pareja haga algo que a ti no te guste, o rinda menos de lo que tú esperabas, tenderás a reprenderla y criticarla tal cual tus padres lo hicieron contigo.
Todo un tema a mirar y a trabajar en nuestro camino hacia encontrar y mantener el amor…